Ensayos sobre el arte de la biografía
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- 28 jun
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Reseña de Mariano Vespa en La Nación (Argentina), 28 de junio de 2025.
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Alguna vez Luis Chitarroni contó que su amigo C.E. Feiling sosegó su desdén hacía las biografías durante una visita del londinense Michael Holroyd, referente del género, y su esposa Margaret Drabble. Ella supo

que una estación de trenes llevaba su apellido y los tres fueron hasta allí, en un paraje rural. La anécdota tiene un toque digresivo, una pátina de la arbitrariedad que impone contar una línea de vida: en las biografías no hay absolutos.
Hasta sus más firmes detractores se ven tocados por las inflexiones del género. La ensayista Nora Avaro (Rufino, 1961) toma como ejemplo a Juan José Saer, que tuvo sus raptos de magnetismo con algunas biografías —aquellas que circunvalan a Joyce— y sentenció que estas debían ser poéticas antes que infalibles, premisa vital para su reflexión alrededor de la forma.
Con rigurosidad académica y ritmo poético, Avaro compone en El hombre que vio el oso nueve ensayos, un discurrir por búsquedas, ingenios o manías, como el papel de las anécdotas circunstanciales en las siluetas que escribe Borges, el retrato doble que propone Miguel Ángel Petrecca en su Mastronardi, el mapa afectivo que supone el encuentro entre María Teresa Gramuglio y Saer, los artificios de Claudio Iglesias sobre pintores casi olvidados, y la misma praxis de la autora con sus libros sobre Emilia Bertolé y Adolfo Prieto. «El biógrafo artesanal, voluntarioso e instintivo (yo misma), si llega, llega tarde a las teorías, pero lo hace después de experimentar en acto sus postulados», escribe, en una muestra de su espíritu inquieto, irónico, movilizado por un género que siempre puede reescribirse.
Mariano Vespa
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