Un profesor argentino llega a Berlín en pleno invierno pandémico sin dominar una palabra de alemán. Perdido en la lengua, encuentra en el agua su único territorio seguro: se propone cruzar la ciudad nadando en sus piletas públicas, trazando un canal imaginario que conecte estos cuerpos artificiales dispersos por la geografía urbana.
Mis piletas alemanas es un libro sobre el extranjero y su relación con lo que no entiende. Cada piscina —desde el funcionalismo de Lankwitz hasta el esplendor art nouveau de Charlottenburg, desde la melancólica Mariendorf hasta la olímpica donde Jeanette Campbell ganó su medalla de plata en 1936— se convierte en un ejercicio de traducción imposible: nadar es la única forma de habitar plenamente un lugar donde la lengua lo expulsa. Pero también es un libro sobre la repetición en tanto método, sobre cómo el movimiento regular del cuerpo en el agua puede ordenar los días y, quizás, la escritura.
Con humor, precisión y una mirada que oscila entre la crónica urbana y la deriva personal, Juan Vitulli construye un mapa líquido de Berlín donde conviven los fantasmas del pasado con viejos que nadan lento, guardavidas hoscos, cisnes amenazantes y la constante promesa de un verano que nunca termina de llegar. Una reflexión sobre el desarraigo, la traducción y esa lengua universal que sólo se habla debajo del agua.




